viernes, 16 de febrero de 2024

PENSAR Y AMAR O AMAR Y PENSAR

Generación a generación, la forma de amar cambia; consecuencia de cómo vivimos y funciona la sociedad. Vivimos en una época donde buscamos la máxima libertad y felicidad, pero, al mismo tiempo, nos mostramos escépticos frente a compromisos y sacrificios. ¿Pensamos para amar? ¿Primero se ama, luego se piensa? O ¿las dos acciones van de la mano? O ¿mejor solo amar y no pensar?

Toda persona enamorada no busca solo disfrutar. El amor es entrega total. No podemos controlar, ni saber lo que es el amor. Por tal motivo, al pensar amar procuramos cuidar dicha entrega para no salir herido, si se da el caso. Pero, si en el amor vivido brota la libertad y la confianza, en ese caso, se ama y luego se piensa. Bien lo dijo Cortázar (Rayuela): “Como si se pudiera elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos”. Quiere decir, si primero pensamos, idealizamos al amor; luego, si primero amamos, entonces sufrimos.

De este modo, el amor implica exponerse y asumir un riesgo incontrolable, pensable, y siempre sujeto a la posibilidad del fracaso. Y, al mismo tiempo, sugiere la promesa de un lugar mejor. Pensar nos invita a revisar nuestras relaciones y a abrazar la complejidad y la riqueza que surge en el amor. Considerar al amor como un encuentro libre y confiado nos abre las puertas para hacer de la razón y del amor, una unidad que procura la realización mutua.

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