No
tengo ganas de comer, dormir, leer, ver televisión,
navegar por la red, solo quiero oírte, saber qué haces, ¿dónde estás?..., ¿qué
me pasa? ¿a esto llaman amor? Siento una gran tristeza, una soledad me invade,
a nadie veo a mi lado habiendo personas que me rodean. Estoy purgando mi vida
egoísta; nunca hasta hoy me sentí tan triste, tan solo, tan
necesitado de alguien de carne y hueso que me ame, me toque, me hable, me
enoje, me engría, me llame… me haga sentir querido. Las lágrimas se me escapan,
no siento a Dios en mí. Estoy lejos de ti, muy lejos. Quiero gritar, llorar,
correr, vivir para ti, por ti, en ti, contigo. A estas alturas de mi vida me
llegó el amor del bueno, ahora sí que toqué fondo. Y tú, obediente a tus cosas
e ideas, conforme tu propia historia, no te pronuncias, haces silencio, no
dices nada. Mis oraciones, mis
pobres oraciones son mi refugio. Saldré a caminar –me digo- pero la lluvia me
detiene. El ambiente con sus libros son mi distracción; no me llaman la
atención otras personas, otras bellas mujeres no me mueven sino solo tú, solo
tu presencia inunda mi ser, la pasión me cegó. Pienso otras cosas, quiero
seguir adelante, sé que saldré más fortalecido de esta situación porque confío
en la formación recibida. Todavía hay personas que piensan en mí,
aunque tú ya ni ganas de verme tienes. Esta situación me está quitando la paz
interior, pero no, no lo logrará, saldré victorioso de ella porque tengo razones
para hacerlo: una esposa, un hogar, hijos o no, la idea me embarga, el trabajo
me motiva, sé que es difícil, pero no me corro, soy valiente, quiero vivir
bien, trabajar lo necesario para vivir con dignidad, quiero hacer lo que
siempre quise hacer: vivir feliz, en mis cosas, con los míos, solo o
acompañado. A ti, señora Iglesia darte gracias, gracias por cobijarme, por
formarme, por enseñarme a perdonar y amar, a ver con ojos de amor la vida. ¡Creo
en el amor, creo en la familia, creo en Jesucristo, creo en mis
potencialidades, voy por ellas, son mías, las quiero!
¿Por qué
atiborrarme contigo? Sé que eres mujer y me agradas en su totalidad, soñé
demasiado contigo, me ilusioné por el buen camino, empero me tomas solo como
amigo. Pero si tú no hiciste nada, eres inocente frente a todo lo que paso.
¿Entonces, qué me pasó contigo? ¿Por qué mi ilusión? No quiero ser tu amigo, eh
ahí el fondo de mi ser, yo quiero ser tu esposo, tu compañero en la vida, la
persona que te brinde su tiempo, su amor, su cariño, su respeto, su educación,
su vida, su trabajo, sus sueños, alegrías y tristezas… lo mejor que tengo
quiero compartirlo contigo: mi vida, el amor del bueno.
Es curioso, primero
el amor me ilusionó bien, lo vivimos como si ya fuéramos esposos; no me fijé en
tu corazón, lo mío fue amor, lo tuyo, por los resultados, solo pasión.
Reconozco mi egoísmo. Ahora tu silencio, desidia y respuesta negativa me
alimentan para sobresalir y comenzar a vivir como siempre le pedí a la vida,
aquella que soñé y me imaginaron familiares y amigos. Ahora solo me queda
cumplir mi destierro y purificar mis pecados. Eso te pido, me ayudes llegar a
la navidad de algo prometedor, lo demás me toca accionar la ruleta de la vida.
Luego de este
escrito estoy más tranquilo, ya no salen más lágrimas de mis ojos.