Alguna vez escuché a alguien decir que el 90% de nuestros problemas provienen de una mala comunicación y aunque de pronto se me hizo exagerado, con el paso del tiempo me he dado cuenta de que el porcentaje se queda corto. Recuerdo una vez que me tocó atender una pareja que quería resolver sus problemas matrimoniales, una vez que habíamos iniciado la entrevista les pedí que me platicaran cuál era el problema fundamental; era imposible escucharlos, se interrumpían, se contradecían y confrontaban en cada una de sus intervenciones; después de unos minutos me di cuenta de que en la raíz de sus problemas estaba la incapacidad para comunicarse adecuadamente, lamentablemente ellos lo hicieron después de muchos años de matrimonio.
Comunicarse es imprescindible para el ser humano, más aún, no puede dejar de hacerlo, hasta el que se queda callado nos dice muchas cosas con su silencio. En cualquier lugar, ya sea en la casa, el trabajo, la escuela, la calle y a cualquier hora del día, siempre estamos comunicando.
Pero la cuestión es ¿sabemos comunicarnos?, ¿sabemos decir lo que queremos de manera clara y precisa?, ¿realmente escuchamos lo que el otro nos quiere decir, o tratamos de interpretar o suponer a nuestra manera? Está claramente comprobado que una gran mayoría de nuestros problemas diarios se originan por falta de una comunicación eficaz. Simplemente piensa en la calidad de tus relaciones interpersonales y piensa también en tu capacidad para comunicarte; te darás cuenta que tu estilo de comunicación ha condicionado tu manera de relacionarte y que la gran mayoría de los conflictos que has tenido, están relacionados con problemas para comunicarse.
Para una persona que aspira a llevar una vida plena es fundamental aprender a comunicarse eficientemente, así que si quieres pertenecer a este grupo de personas toma nota de las siguientes tres recomendaciones:
1. APRENDER A ESCUCHAR
Hay que saber escuchar con la cabeza y el corazón. Escuchar con la cabeza puede ser bueno para entender lo que se nos está diciendo, pero sin lugar a dudas, escuchar con el corazón nos ayudará a entender lo que al otro le cuesta decir. Aprender a escuchar empieza por aprender a callar, empieza en aprender a aplacar ese impulso egoísta que cree que lo realmente importante es lo propio y no lo ajeno. Creo que es tan importante saber escuchar que por algo Dios nos puso dos orejas y una sola boca. Aprender a escuchar es tan importante, que debería ser nuestra primera preocupación, incluso antes que aprender a decir.
2. APRENDER A DECIR
Cuando queremos comunicarnos, no sólo nuestras palabras hablan, también lo hacen nuestros gestos, nuestras conductas, nuestro tono de voz, nuestras manos, todo nuestro cuerpo, nuestra manera de vestir… nos comunicamos con todo lo que somos y tenemos. Por eso, hay que aprender a ser congruentes en nuestra manera de decir las cosas, imagina a alguien que te dice: “estoy súper contento”, pero lo dice tan lento y suave que apenas y lo escuchas, su mirada es baja, ni siquiera te mira… ¿le creerías? Aprender a decir tiene que ver también con saber utilizar las palabras correctas, en el lugar apropiado, en el momento preciso, de la manera adecuada y con la persona indicada. No cabe duda que comunicarse efectivamente es todo un arte.
3. COMUNICAR CON AMOR
Aprender a decir y aprender a escuchar no es suficiente, es necesario saber comunicarse con amor. Con frecuencia ensuciamos nuestra escucha y nuestra habla con intenciones egoístas, por ejemplo, cuando somos muy lógicos en nuestra manera de hablar, pero en el fondo queremos convencer al otro de que piense como nosotros, porque no somos capaces de aceptar una opinión distinta. O cuando nos hablan y fingimos que escuchamos pero ya creemos saber lo que el otro dirá, así que diga lo que diga interpretaremos lo que queremos.
La verdadera comunicación debe estar limpia de este tipo de vicios, debe ser en sí misma un acto de amor, piensa que en ella estás entregándote a ti mismo a través de tus palabras y de alguna manera estás recibiendo al otro a través de tu escucha; por una parte se trata de revelarse a los demás tal cual somos en cada palabra, gesto o conducta; y por otra parte, se trata de aceptar lo que el otro es y recibirlo sin juicios ni prejuicios.
Por eso, antes de comunicarte asegúrate de estar bien conectado con la cabeza y el corazón, elige el lugar, el tiempo, la persona, los gestos, las palabras y la manera adecuada para expresarte, revisa tus oídos y límpialos de todo prejuicio e interpretación; y finalmente, aprende a comunicarte con amor. El día que lo hagamos seguramente nos habremos acercado a la manera como hablaba, escuchaba, sentía y miraba el mismo Jesús.