miércoles, 3 de febrero de 2016

2016 EN LA IGLESIA AÑO DE LA MISERICORDIA

Su santidad, el Papa Francisco promueve que todos nosotros, bautizados o personas de buena voluntad vivamos nuestra fe o creencia desde la misericordia. Dicha vivencia ha de ser la que el pueblo de Dios debe tender hacia todos aquellos que fracasan en el intento de lograr el ideal evangélico propuesto por Jesús. Así mismo debemos tener una mirada de misericordia cuando los que fracasamos somos nosotros puesto que la misericordia supera a la justicia. Un mundo justo eliminaría la gran mayoría de problemas de la humanidad actual. Pero la justicia según la cual se tiene que “dar a cada uno según lo que le corresponde” nos aboca a una meritocracia religiosa o económica que requiere sistemas de compensación para todos aquellos que no consiguen hacer méritos. Sin misericordia, un sistema de justicia se vuelve cruel hacia los más débiles. Un Dios exclusivamente justo acaba siendo implacable con los pecadores (ver Antiguo Testamento). Jesús, en cambio, se rodeó de gente que no tenía ningún mérito ante la sociedad: pecadores, ladrones, leprosos, ciegos, prostitutas…Igualmente, un sistema económico que fundamente toda la retribución en el mérito acaba condenando al olvido o maltrato a mucha gente que, por falta de oportunidades son incapaces de conseguir o mantener un trabajo y una vida digna. Los méritos no son iguales porque los puntos de partida tampoco lo son. La mirada de misericordia es necesaria para dejar de mirar a todos los marginados de nuestra sociedad como culpables y merecedores de su propia suerte y pide al ser humano una acogida sin condiciones. Para lograr esta mirada de misericordia, todos necesitamos una revolución de afecto y ternura, para mirar al mundo y para mirarnos a nosotros mismos y para actuar desde la compasión. El relativismo e individualismo están robándonos la esperanza de un mundo más justo y digno. ¿No será que este año de la misericordia sea la ahora cuando nos tenemos que negar al hecho de que el mal triunfe en nuestro corazón? Sin duda es ahora, cuando el mal nos deja desnudos y a la intemperie, cuando tenemos que confiar en el poder del afecto y de la ternura, desde lo más pequeño de nuestras relaciones y vidas cotidianas para transformar el mundo. Veamos a Jesucristo como el rostro de la misericordia del Padre que ha demostrado hacer palpable la caridad en la verdad.