Nosotros, personas racionales, en
todo momento asistimos a dos fenómenos contrapuestos. Por un lado buscamos con insistencia
la felicidad dentro de las cosas caducas o materialistas; de allí que nos
volvemos hedonistas porque solamente satisfacemos los cinco sentidos, que
cuando se acaba dicho placer, entonces caemos en el vacío existencial. Por otro
lado, buscamos con menos insistencia la paz espiritual en las cosas
espirituales (ritos y cultos religiosos, new age, meditaciones, grupos de Zen,
mantras…).
El problema no está en que se
busque por uno u otro lado la felicidad o la paz porque ambos objetivos no
están fuera de nosotros, sino dentro de nosotros. Lo que debemos hacer es
buscar las herramientas precisas para sacar de lo más hondo de nuestro ser
racionales aquello que llamamos realización plena y sentido de la vida. Agustín
de Hipona (obispo del siglo V) ha buscado a Dios fuera de sí, en las cosas,
ideas o formas de vida hedonista e individualista, y nada. Pero, luego de una metanoia ha dejado de buscar a cambio de
dejarse encontrar por Dios. Esto quiere
decir que, como la mariposa, para dejar que se pose en nuestras manos, no
debemos movernos porque la asustamos, sino estar en quietud atenta para que
ella se pose y bata sus alas en nuestras manos. Un gran desafío, pues así Dios
no es solo consuelo sino, sobre todo, desafío.
Por lo tanto, la indiscutible
mentira de nuestro ego, materialista y vulgar no excluye la absoluta dignidad
de nuestro yo hechos a imagen y semejanza de Dios. De este modo, ética y mística
se requieren mutuamente hoy en día. Necesitamos del cuerpo para alcanzar el
espíritu. Así que busca a Dios desde la materia, pero no te quedes en ella,
trasciende tus acciones. Y en ese recorrido hallarás la felicidad y la paz
soñadas.