Al disponer nuestro corazón para perdonar, no solo mejora nuestra relación personal y familiar, también damos
pasos sólidos para alcanzar la paz interior que tanto hemos anhelado. Muchas de
las dificultades que tenemos con la pareja, los hijos, amistades, producen heridas
que no sanan a tiempo. ¿La razón? Equivocadamente creemos que al no abordar el
asunto, el tiempo llevará a que se olvide. ¡Tremendo error! Las heridas
emocionales permanecen latentes y terminan estallando en un tremendo conflicto
cuando menos lo esperamos. Por ello, se recomienda, al final de la jornada,
antes de cerrar los ojos, reconciliarse porque la confesión sincera abre la
puerta a la posibilidad del perdón.