Parque Miraflores-Lima |
El pantano como símbolo de la resignación
El árbol podrido representa una vida estancada, sostenida por costumbres dañinas, rutinas sin sentido o creencias limitantes.
El pájaro, habituado al lodo y al fango, refleja al ser humano que ha olvidado su capacidad de trascender, atrapado en la comodidad del sufrimiento conocido.
Existencialmente, este estado es el “olvido del ser” del que hablaba Heidegger: vivir sin autenticidad, sin cuestionar el porqué de nuestra existencia.
El ventarrón como crisis reveladora
La destrucción del árbol es una metáfora de las crisis que nos sacuden: enfermedad, pérdida, fracaso, vacío espiritual.
En lugar de ser solo destructivas, estas experiencias pueden ser catalizadoras del despertar, obligándonos a elegir entre hundirnos o elevarnos.
Sartre diría que en ese momento descubrimos nuestra libertad radical: no estamos determinados por el pasado, sino por lo que decidimos hacer ahora.
El vuelo como acto de libertad y autenticidad
El pájaro, al recordar cómo volar, encarna el proceso de reconexión con la propia esencia. Volar es volver a ser.
El dolor del entumecimiento es el precio de la transformación: salir del pantano exige esfuerzo, renuncia y fe en lo que aún no se ve.
Kierkegaard lo llamaría “el salto de fe”: atreverse a vivir desde la posibilidad, no desde la desesperación.
El bosque fértil como plenitud
El destino del vuelo no es solo escapar del pantano, sino llegar a un lugar fértil: una vida con sentido, belleza, comunión.
No es una utopía, sino una posibilidad real que se alcanza al asumir la responsabilidad de existir con conciencia.
En términos de Viktor Frankl, el bosque es el “sentido” que da dirección al sufrimiento y convierte la vida en misión.
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