domingo, 20 de julio de 2014

Toqué fondo...

No tengo ganas de comer, dormir, leer, ver televisión, navegar por la red, solo quiero oírte, saber qué haces, ¿dónde estás?..., ¿qué me pasa? ¿a esto llaman amor? Siento una gran tristeza, una soledad me invade, a nadie veo a mi lado habiendo personas que me rodean. Estoy purgando mi vida egoísta; nunca hasta hoy me sentí tan triste, tan solo, tan necesitado de alguien de carne y hueso que me ame, me toque, me hable, me enoje, me engría, me llame… me haga sentir querido. Las lágrimas se me escapan, no siento a Dios en mí. Estoy lejos de ti, muy lejos. Quiero gritar, llorar, correr, vivir para ti, por ti, en ti, contigo. A estas alturas de mi vida me llegó el amor del bueno, ahora sí que toqué fondo. Y tú, obediente a tus cosas e ideas, conforme tu propia historia, no te pronuncias, haces silencio, no dices nada. Mis oraciones, mis pobres oraciones son mi refugio. Saldré a caminar –me digo- pero la lluvia me detiene. El ambiente con sus libros son mi distracción; no me llaman la atención otras personas, otras bellas mujeres no me mueven sino solo tú, solo tu presencia inunda mi ser, la pasión me cegó. Pienso otras cosas, quiero seguir adelante, sé que saldré más fortalecido de esta situación porque confío en la formación recibida. Todavía hay personas que piensan en mí, aunque tú ya ni ganas de verme tienes. Esta situación me está quitando la paz interior, pero no, no lo logrará, saldré victorioso de ella porque tengo razones para hacerlo: una esposa, un hogar, hijos o no, la idea me embarga, el trabajo me motiva, sé que es difícil, pero no me corro, soy valiente, quiero vivir bien, trabajar lo necesario para vivir con dignidad, quiero hacer lo que siempre quise hacer: vivir feliz, en mis cosas, con los míos, solo o acompañado. A ti, señora Iglesia darte gracias, gracias por cobijarme, por formarme, por enseñarme a perdonar y amar, a ver con ojos de amor la vida. ¡Creo en el amor, creo en la familia, creo en Jesucristo, creo en mis potencialidades, voy por ellas, son mías, las quiero!

¿Por qué atiborrarme contigo? Sé que eres mujer y me agradas en su totalidad, soñé demasiado contigo, me ilusioné por el buen camino, empero me tomas solo como amigo. Pero si tú no hiciste nada, eres inocente frente a todo lo que paso. ¿Entonces, qué me pasó contigo? ¿Por qué mi ilusión? No quiero ser tu amigo, eh ahí el fondo de mi ser, yo quiero ser tu esposo, tu compañero en la vida, la persona que te brinde su tiempo, su amor, su cariño, su respeto, su educación, su vida, su trabajo, sus sueños, alegrías y tristezas… lo mejor que tengo quiero compartirlo contigo: mi vida, el amor del bueno.

Es curioso, primero el amor me ilusionó bien, lo vivimos como si ya fuéramos esposos; no me fijé en tu corazón, lo mío fue amor, lo tuyo, por los resultados, solo pasión. Reconozco mi egoísmo. Ahora tu silencio, desidia y respuesta negativa me alimentan para sobresalir y comenzar a vivir como siempre le pedí a la vida, aquella que soñé y me imaginaron familiares y amigos. Ahora solo me queda cumplir mi destierro y purificar mis pecados. Eso te pido, me ayudes llegar a la navidad de algo prometedor, lo demás me toca accionar la ruleta de la vida.

Luego de este escrito estoy más tranquilo, ya no salen más lágrimas de mis ojos.

Gracias, vida mía. Suspiro al verme en el fondo.