martes, 13 de enero de 2015

LA VULGARIDAD
ES HIJA DEL INDIVIDUALISMO

Según el DRAE, vulgaridad significa “especie, dicho o hecho vulgar que carece de novedad e importancia, o de verdad y fundamento”; y vulgar es tipificado como un “adjetivo que denota algo impropio de personas cultas o educadas”. Diremos que vulgaridad resulta ser la manifestación extravagante del yo.

¿Cómo se origina?

La vulgaridad (como lo indica el Dr. Johan Leuridan, USMP) "es hija de la lucha por la liberación del hombre occidental durante los tres últimos siglos.... Ha sido una pelea contra la opresión, la coacción y la ideología que gravitaba sobre el yo. La crítica nihilista (comenzado por F. Nietzsche, a partir de fines del XIX, ha deslegitimado las costumbres, creencias colectivas (en especial la familia, la religión y el patriotismo) y las ideologías y ha derribado el principio de autoridad (el padre, el profesional, el maestro, el dirigente político, el sacerdote, etc.), que funcionaban como eje en torno al cual giraba toda la rueda social. El yo se ha descubierto como una totalidad subjetiva y ya no se deja asimilar, como antes, a una función social. Surge un concepto de subjetividad que se identifica con la extravagancia, libertad sin límites, originalidad, espontaneidad, rebeldía y exaltación de la diferencia. Y se ha generalizado en nuestra época como norma única de la autoconciencia subjetiva, o también camuflada "libertad". El subjetivismo se arregló una moral que atribuía así mismo una autonomía inviolable de toda interferencia. Y ha desembocado en la notoria ausencia contemporánea de cualquier intento de moral privada prescriptiva. El nihilismo antisocial, marginal en sus comienzos, ha sido popularizado en tendencia dominante de los movimientos contraculturales del siglo XX. Surgió el escepticismo a las instituciones del Estado. La subjetividad no se integra en el Estado..."

El mundo se compone ahora de millones y millones de excéntricos satisfechos de serlo, en pos de su auto realización personal y excusados de la virtud. Por lo tanto, lo que caracteriza más profundamente la vulgaridad actual es, desde luego, el sentimiento de igualación de cada miembro dentro de la masa, todos idénticos en su pretensión de ser únicos, felices y sin miedo a nada ni a nadie. Hoy sólo somos capaces de ver, en el espacio exterior, una monótona inmensidad de materia inerte y, en lo íntimo del psique humana, perversos instintos y pulsiones destructivas. Respetable por la justicia igualitaria que la hace posible, la vulgaridad puede ser también, desde la perspectiva de la libertad, una forma no cívica de ejercitarla, una forma, en fin, de barbarie. Imposible edificar una cultura sobre las arenas movedizas de la vulgaridad, ningún proyecto ético colectivo es sostenible si está basado en la barbarie de ciudadanos liberados pero no emancipados, personalidades incompletas, no evolucionados, instintivamente auto afirmadas y desinhibidas del deber (Cf. Johan Leuridan).

El filósofo alemán, Odo Marquard formula la mentalidad de la filosofía postmoderna de la siguiente manera: "Lo que antes era bueno ahora es malo. Hay una malignización de lo bueno tradicional. Nada válido, auténtico, verdadero se libra de la sospecha de no serlo… El mal se hace bien en la misma medida que el bien es desenmascarado como mal… El progreso moral de la libertad ha existido en la transgresión de las normas de la sociedad represora pero se avanzó hacia el subjetivismo. La ampliación de la esfera de la libertad no garantiza un uso cívico de esa libertad ampliada. Abusamos, con sobrado énfasis, del lenguaje de la liberación cuando lo que urge es preparar las condiciones culturales y éticas para la emancipación personal. Al pretenderse diferentes, se confirman pertenecientes al montón de la medianía sin virtud...".


Continuará…