sábado, 25 de octubre de 2014

Dios debe ir a la escuela


Dios no es la religión. Y menos aún la asignatura de religión. Casi todos la han aprobado. Y algunos con nota. Pero a pocos se les nota que han tomado en serio a Dios. Si el fracaso escolar es preocupante, el fracaso de la asignatura de religión es clamoroso. ¿No será que esa asignatura hace lo que las demás, que da unos “conocimientos”, pero no transmite una “fe”?

Ningún estudiante, por aventajado que sea, dice “yo creo en el teorema de Pitágoras”, sino que asegura “yo me sé el teorema de Pitágoras”. Como nadie dice “yo creo en Napoleón”, sino que afirma “yo sé lo que hizo Napoleón”. Me temo que, en el mejor de los casos, los muchachos, que acaban la escuela, salen de ella diciendo “yo sé que Dios es mi Padre”. Pero no estoy seguro de que afirmen “yo creo que Dios es mi Padre”, con todas las consecuencias que eso lleva consigo. Es más, estoy seguro de que casi todos los estudiantes se van de la escuela, del colegio, sin tomar en serio a Dios. La escuela se inventó para enseñar “conocimientos” y comunicar “valores”. Para transmitir “creencias” está la familia y la parroquia o su equivalente en otras confesiones. Y sin embargo, yo pienso que Dios debe estar en la escuela. Primero, porque en la escuela se debe enseñar el respeto a los demás, a los que son creyentes y a los que no lo son. Y se debe enseñar la tolerancia. Con los que tienen creencias religiosas y los que no las tienen. En la escuela se debe enseñar a convivir en paz en una sociedad plural, en la que viven creyentes, agnósticos y ateos. Y hay creyentes con creencias distintas. Por lo tanto, en la escuela se debe enseñar que Dios, por medio de las conciencias, no pude ser el gobernante supremo. Porque hay conciencias que admiten a Dios y conciencias que no lo admiten o que creen en dioses distintos. Una escuela que no aclara estas cosas, es una escuela que no educa para el respeto y la tolerancia, sino que deseduca y crea fanáticos que convierten la convivencia en un infierno.

Pero hay algo más importante todavía. Dios debe ir a la escuela para que allí se aprenda a no utilizar el nombre de Dios para lo que no se debe utilizar. Cuando los cristianos decimos “santificado sea tu nombre”, es eso lo que queremos decir. Echar mano del nombre de Dios para imponer a otros lo que queremos (o para rechazar lo que no queremos) no se debe hacer nunca. Además, eso es peligroso, muy peligroso. Porque no es lo mismo decir “yo quiero esto” que decir “Dios quiere esto”. Para mucha gente no es lo mismo desobedecer a un hombre que desobedecer a Dios. Por eso ocurre que, con frecuencia, las religiones, utilizando el santo nombre de Dios, limitan, recortan o niegan los derechos de las personas. Por ejemplo, les conceden a los hombres derechos que niegan a las mujeres. O les asignan a los creyentes una dignidad que les niegan a los ateos. Con lo que se establecen privilegios para unos y humillaciones para otros. En ese caso, Dios irrumpe en la sociedad civil para sembrar la discordia y el enfrentamiento. Y lo peor ocurre cuando, esgrimiendo la voluntad divina, se justifican resentimientos, odios, venganzas, humillaciones, violencias y guerras. El terror brota con frecuencia de mentes “enfermas de divinidad”, que ofenden, insultan y si es preciso matan en nombre de Dios. Estoy hablando de uno de los azotes más crueles que padecemos en este momento.

Muchas veces, el abuso de Dios no llega a tanto. Pero si es abuso, siempre es peligroso. Eso también se debe enseñar en la escuela. Porque hay gente que utiliza la voluntad de Dios y sus sagrados designios para hacer carrera, para trepar en la vida, para instalarse y aparecer como un notable, un personaje importante, dotado con una autoridad indiscutible. Con el agravante de que quien hace eso, normalmente invoca también a Dios para obtener privilegios, ganancias y favores que no se les conceden al común de los mortales.

Es importante que Dios esté en la escuela para evitar estos abusos. Porque sólo así será posible el respeto para todos por igual. Es más, sólo así será posible que la gente le tenga respeto a Dios. Porque un Dios que favorece a unos con detrimento de otros no puede ser el verdadero Dios. Por eso a veces pienso que quienes se imaginan que son los más dignos representantes de Dios en la tierra, lo que realmente hacen es provocar el rechazo. El rechazo hacia ellos mismos, que, en última instancia, llega a ser rechazo de Dios. Dicho más claramente, el llamado “ateísmo” de algunos, no es sino la manifestación más fuerte del explicable “anticlericalismo” de muchos.

No sé si la asignatura de religión o sus equivalentes como dimensión trascendental o educación para la ciudadanía… puede entrañar posibles peligros. Lo que sí sé con seguridad es que lo que he intentado explicar en este artículo es uno de los más serios problemas que tenemos que resolver lo antes posible. Por respeto a nosotros mismos, a los demás, y también a Dios. Por eso he dicho (y repito) que Dios debe ir a la escuela, no como “curso” sino como actitud.

domingo, 20 de julio de 2014

Toqué fondo...

No tengo ganas de comer, dormir, leer, ver televisión, navegar por la red, solo quiero oírte, saber qué haces, ¿dónde estás?..., ¿qué me pasa? ¿a esto llaman amor? Siento una gran tristeza, una soledad me invade, a nadie veo a mi lado habiendo personas que me rodean. Estoy purgando mi vida egoísta; nunca hasta hoy me sentí tan triste, tan solo, tan necesitado de alguien de carne y hueso que me ame, me toque, me hable, me enoje, me engría, me llame… me haga sentir querido. Las lágrimas se me escapan, no siento a Dios en mí. Estoy lejos de ti, muy lejos. Quiero gritar, llorar, correr, vivir para ti, por ti, en ti, contigo. A estas alturas de mi vida me llegó el amor del bueno, ahora sí que toqué fondo. Y tú, obediente a tus cosas e ideas, conforme tu propia historia, no te pronuncias, haces silencio, no dices nada. Mis oraciones, mis pobres oraciones son mi refugio. Saldré a caminar –me digo- pero la lluvia me detiene. El ambiente con sus libros son mi distracción; no me llaman la atención otras personas, otras bellas mujeres no me mueven sino solo tú, solo tu presencia inunda mi ser, la pasión me cegó. Pienso otras cosas, quiero seguir adelante, sé que saldré más fortalecido de esta situación porque confío en la formación recibida. Todavía hay personas que piensan en mí, aunque tú ya ni ganas de verme tienes. Esta situación me está quitando la paz interior, pero no, no lo logrará, saldré victorioso de ella porque tengo razones para hacerlo: una esposa, un hogar, hijos o no, la idea me embarga, el trabajo me motiva, sé que es difícil, pero no me corro, soy valiente, quiero vivir bien, trabajar lo necesario para vivir con dignidad, quiero hacer lo que siempre quise hacer: vivir feliz, en mis cosas, con los míos, solo o acompañado. A ti, señora Iglesia darte gracias, gracias por cobijarme, por formarme, por enseñarme a perdonar y amar, a ver con ojos de amor la vida. ¡Creo en el amor, creo en la familia, creo en Jesucristo, creo en mis potencialidades, voy por ellas, son mías, las quiero!

¿Por qué atiborrarme contigo? Sé que eres mujer y me agradas en su totalidad, soñé demasiado contigo, me ilusioné por el buen camino, empero me tomas solo como amigo. Pero si tú no hiciste nada, eres inocente frente a todo lo que paso. ¿Entonces, qué me pasó contigo? ¿Por qué mi ilusión? No quiero ser tu amigo, eh ahí el fondo de mi ser, yo quiero ser tu esposo, tu compañero en la vida, la persona que te brinde su tiempo, su amor, su cariño, su respeto, su educación, su vida, su trabajo, sus sueños, alegrías y tristezas… lo mejor que tengo quiero compartirlo contigo: mi vida, el amor del bueno.

Es curioso, primero el amor me ilusionó bien, lo vivimos como si ya fuéramos esposos; no me fijé en tu corazón, lo mío fue amor, lo tuyo, por los resultados, solo pasión. Reconozco mi egoísmo. Ahora tu silencio, desidia y respuesta negativa me alimentan para sobresalir y comenzar a vivir como siempre le pedí a la vida, aquella que soñé y me imaginaron familiares y amigos. Ahora solo me queda cumplir mi destierro y purificar mis pecados. Eso te pido, me ayudes llegar a la navidad de algo prometedor, lo demás me toca accionar la ruleta de la vida.

Luego de este escrito estoy más tranquilo, ya no salen más lágrimas de mis ojos.

Gracias, vida mía. Suspiro al verme en el fondo.

martes, 18 de febrero de 2014

La ternura, expresión del amor único


En toda vida humana, apagada la pasión, empieza la vida cotidiana con su rutina gris. En la convivencia a dos suceden desencuentros, irrumpen pasiones por la fascinación de otra persona. No es raro que después del éxtasis siga la decepción. Hay vueltas, perdones, renovación de promesas y reconciliaciones. Siempre sobran, sin embargo, las heridas, que, aunque cicatricen, recuerdan que un día sangraron. 

Son misteriosos los caminos que van del corazón de un hombre al corazón de una mujer. Como también son misteriosas las travesías del corazón de dos hombres y respectivamente de dos mujeres que se encuentran y se declaran sus mutuos afectos. De ese ir y venir nace el enamoramiento, le sigue el amor y finalmente el matrimonio o la unión estable. El amor es una llama viva que arde pero que puede oscilar y lentamente ir cubriéndose de cenizas hasta apagarse. No es que las personas se odien, se vuelven indiferentes unas a otras. Es la muerte del amor. San Juan de la Cruz dice: “el mal de amor no se cura sino con la presencia y la figura”. No basta el amor platónico, virtual o a distancia. El amor exige presencia. Quiere la figura concreta que más que la piel-a-piel es el cara-a-cara y el corazón sintiendo el palpitar del corazón del otro. El amor es una dolencia que solo se cura con la ternura. La ternura es la savia del amor. Si quieres guardar, fortalecer, dar sostenibilidad al amor sé tierno con tu compañero o con tu compañera. Sin el aceite de la ternura no se alimenta la llama sagrada del amor. Se apaga.

¿Qué es la ternura? Es el afecto que damos a las personas en sí mismas; es el cuidado sin obsesión. Ternura no es afeminación ni renuncia de rigor. Es un afecto que, a su manera, nos abre al conocimiento del otro. En realidad solo conocemos bien cuando tenemos afecto y nos sentimos envueltos con la persona con la cual queremos establecer comunión. La ternura puede y debe convivir con el extremo empeño por una causa; pues, hay que endurecerse pero sin perder nunca la ternura. La relación de ternura no envuelve angustia porque está libre de la búsqueda de ventajas y de dominación. El enternecimiento es la fuerza propia del corazón, es el deseo profundo de compartir caminos. La angustia del otro es mi angustia, su éxito es mi éxito y su salvación o perdición es mi salvación y, en el fondo, no solo mía sino de todos.

Blas Pascal (1623-1662) introdujo una distinción importante que nos ayuda a entender la ternura: distingue el esprit de finesse del esprit de géometrie. El esprit de finesse es el espíritu de finura, de sensibilidad, de cuidado y de ternura. El espíritu no sólo piensa y razona. Va más allá, porque añade al raciocinio sensibilidad, intuición y capacidad de sentir en profundidad. Del espíritu de finura nace el mundo de las excelencias, de los grandes sueños, de los valores y de los compromisos a los cuales vale la pena dedicar energías y tiempo. El esprit de géometrie es el espíritu de cálculo y de trabajo, interesado en la eficacia y en el poder. Pero donde hay concentración de poder ahí no hay ternura ni amor. Por eso las personas autoritarias son duras y sin ternura y, a veces, sin piedad. Pero este es el modo de ser que ha imperado en la modernidad. Ésta ha arrinconado, bajo un montón de sospechas, todo lo relacionado con el afecto y la ternura.

Finalmente, decimos “qué tierno eres” a la persona que manifiesta su bondad y amor a lo que hace, dice y piensa; por ello, la ternura de los niños es la manifestación del amor divino de sus padres que le dieron la vida, le dan la salud, la protección, el cariño… Sigamos siendo tiernos siempre.
(Recopilación de Leonardo Boff)

martes, 4 de febrero de 2014

Buscarse un "amante"

Muchas personas tienen un amante y otras quieren tenerlo. Y también están las que no lo tienen,  o las que lo tenían y lo perdieron. Y son generalmente estas últimas las que acuden a la consejería para decir que están tristes o que tienen distintos síntomas como insomnio, falta de voluntad, pesimismo, crisis de llanto o los más diversos dolores… Cuentan que sus vidas transcurren de manera monótona y sin expectativas, que trabajan nada más que para subsistir y que no saben en qué ocupar su tiempo libre. En fin, palabras más, palabras menos, están verdaderamente desesperanzadas. Parecen deprimidas. Entonces, que no tomen pastillas para la depre, sino que lo que realmente necesitan es UN AMANTE.

Es increíble ver la expresión de sus ojos cuando reciben tal veredicto. Están las que piensan: “¿Cómo es posible que un sacerdote se despache alegremente con una sugerencia tan poco científica?” Y también están las que, escandalizadas, se despiden y no vuelven nunca más… A las personas que deciden quedarse y no salen espantadas por el consejo, les doy la siguiente definición: Amante es “lo que nos apasiona”, lo que ocupa nuestro pensamiento antes de quedarnos dormidos y es también quien, a veces,  no nos deja dormir. Nuestro amante es lo que nos vuelve distraídos frente al entorno. Lo que nos deja saber que la vida tiene motivación y sentido. A veces, a nuestro amante lo encontramos en nuestra pareja, en otros casos en alguien que no es nuestra pareja. También solemos hallarlo en la investigación científica, en la literatura, en la música, en la política, en el deporte, en el trabajo cuando es vocacional, en la necesidad de trascender espiritualmente, en la amistad, en la buena mesa, en el estudio, o en el obsesivo placer de un hobby… En fin, es “alguien” o “algo” que nos pone de “novio con la vida” y nos aparta del triste destino depresivo. Y la mejor receta para salir del letargo existencial es buscarse un amante. Sé tú también un amante y un protagonista… de la vida. La psicología, después de estudiar mucho sobre el tema, descubrió algo trascendental: Para estar contento, activo y sentirte feliz, hay que estar de novio con la vida: ¡HAY QUE BUSCARSE UN AMANTE!

Amante es quien ama; y quien ama está feliz, hace el bien y supera todo por el amor que tiene. Vive apasionado por su “amor”, ya que le da sentido a su vida, le provoca hacer cosas grandes, lindas y seductoras. Quien ama no puede hacer daño porque se contradice si lo hace ya que del amor solo brota la alegría, la felicidad, la energía de vivir bien. ¿Qué te apasiona en la vida? ¿Amas lo que haces? ¿Amas lo que eres? ¿Tienes un amante? ¿O te da miedo amar y ser amado? ¿Qué amas? ¿Qué quieres? ¿Qué buscas?.... Y si no quieres amar, por lo menos déjate amar.